top of page

Infancias y adolescencias con armas


¿Qué nos dice una sociedad en la que un niño festeja su cumpleaños número 12 repartiendo a sus invitados armas similares a las que usan grupos criminales y gorras con las iniciales de un narcotraficante? ¿O que el día de Reyes Magos veamos en la calle niños jugando con armas similares a las que usan en videojuegos?

“¡Pero no son de verdad!”, justificarán algunas personas adultas que minimizan estos hechos. Claro, esas armas no usan balas capaces de terminar con la vida de alguien; sin embargo, representan en el juego la intención de lastimar o aniquilar al otro. ¿Cuándo dejamos de pensar como ilógico que las infancias y adolescencias jueguen a matar? ¿Por qué permitimos que aspiren a ser personas que abusan de otros, que matan para mantener un poder ganado con la violencia de las balas?


No es un panorama que debemos minimizar. Esos hechos reflejan la sociedad que ya algunos académicos e instituciones protectoras de derechos humanos han estudiado: en México, en 2015, 30 mil niños y niñas habían sido captados por grupos delictivos (Comisión Interamericana de Derechos Humanos); en 2018 dicha cifra se elevó a 460 mil (Centro Estratégico en Justicia y Derecho para las Américas A.C.)



Que esta población, en la vida real, no como juego, forme parte de grupos criminales tiene que ver con lo normalizada que está la violencia en un montón de espacios: familia, escuela, trabajo, calles, redes sociales. Con que el mundo adulto ha dejado de concebir a niñas, niños y adolescentes como personas a quienes les toca proteger y acompañar en su crecimiento a través del buen trato. Si ellos observan que entre adultos nos agredimos en todo momento, aprenden que así son las cosas y que hay que colocarse del lado de quien ostenta el poder, no importa que se lo gane amedrentando al otro, por supuesto, con ayuda de armas.

La feminista Rita Segato sostiene que vivimos en una sociedad de personas adultas que practica lo que llama pedagogía de la crueldad, que implica que quien tiene el poder lo usa para avasallar a otros. ¿Por qué lo hace? Porque puede. Entonces, el poder se traduce en crueldad. Si las infancias observan la prepotencia de quien tiene el poder a quien carece de él y que se vale agredirle, lastimarle, pasarle por encima, aprenderán a amedrentar al otro como un objetivo en su vida. El uso simbólico de las armas les enseña el camino para llevarlo a cabo: empoderarse en la crueldad que se aleja de la empatía.


Las infancias son las primeras en ser avasalladas por las personas adultas que tienen poder sobre ellas. La Consulta Infantil y Juvenil 2018 realizada por el Instituto Nacional Electoral (INE) reveló que 22% de niñas y niños de entre 6 y 9 años eran víctimas del maltrato, que sus principales agresores son la madre, el padre, docentes y policías. 39% de los casos de maltrato ocurrieron en el hogar, 53% en la escuela, 34% en la calle, y 14% a través del Internet. Así aprenden que cuando ellos tienen el poder sobre otros, tienen también el derecho de dañarles.


En esta liga encuentras el informe Reclutamiento y utilización de niñas, niños y adolescentes por grupos delictivos en México, editado en 2021 por la Red por los Derechos de la Infancia en México y por el Observatorio Nacional Ciudadano de Seguridad, Justicia y Legalidad.



Nos toca pensar qué podemos hacer para cambiar este panorama. Si soy una familia donde predomina el buen trato hacia hijos e hijas, ya estoy haciendo algo. Pero si me relaciono con otros adultos, conocidos o desconocidos, desde la prepotencia y el avasallamiento y pierdo el control cuando me enojo, soy un modelo contradictorio.


Si mi familia no pertenece a un territorio marginado, precarizado por la violencia, quizá mis hijos e hijas estén en poca posibilidad de que los capte un grupo criminal para usarlos como sicarios o halcones; pero si me comporto de manera prepotente descalificando o discriminando a otros por cualquier característica o condición distinta a la mía, es probable que me seduzca la idea de pasar sobre ellos y usar las armas, reales o simbólicas (“de juguete”), para afianzar el poder que asumo que tengo y utilizarlo para destruir, en lugar de construir mundos mejores para todos.


Insistimos, el asunto no es menor y ya es hora de hacer algo. Te dejamos cinco ejemplos para que veas la situación.







Desde Sexualidad ATI te invitamos a que como propósito de año 2023 vayan desterrando poco a poco las armas en casa, sean de juguete o para jugar videojuegos. Disminuir el tiempo de uso de videojuegos de guerra o cualquiera que implique matar lastimar o aniquilar al otro y ayudarles a cuestionar toda forma de violencia. Por último y si no es mucho pedir, reflexionar en cómo utilizas tu poder sobre otros y si tú como persona adulta tienes problemas con el manejo del enojo al grado que recurres a la violencia, pedir ayuda profesional. Todos, desde ya, podemos hacer algo.

94 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page