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De padres y paternidades

No cabe duda de que hoy los conceptos de “padre” y “paternidad” están en plena transformación. Es cada vez más común encontrar en redes sociales imágenes que muestran vínculos cercanos entre padres e hijas o hijos, nuevas formas de ejercer la disciplina desde el amor y el respeto. Las librerías están llenas de libros que modelan esta forma distinta de asumir la tarea de ser papá. ¡Atrás quedaron los días en los que la paternidad se limitaba a ser un buen proveedor!


Nos encanta escuchar en los talleres que impartimos sobre Educación Integral en Sexualidad (EIS) cómo las infancias comparten con entusiasmo:

—“Mi papá me peina todas las mañanas, mira mis trenzas.”

—“Mi papá cocina delicioso.”

—“Mi papá es el mejor contando cuentos.”—“Mi papá me dijo que lloró de la emoción cuando me conoció.”


Esta transformación social, que reivindica una paternidad que da espacio a la vulnerabilidad, a la conexión emocional y al compartir la carga mental, es profundamente significativa. No se trata solo de cómo los padres se relacionan con sus hijas e hijos, sino también de un compromiso con sanar la propia historia personal. No es raro escuchar en nuestras conferencias frases como:

—“No quiero ser como mi papá. Cuando llegaba a casa, yo temblaba si mi madre me acusaba con él, era muy duro.”

—“Yo quiero ser un papá presente y cariñoso. Me encantaría que, cuando mi hija sea adulta, me llame para contarme su día. Eso no lo viví con mi papá.”


Este nuevo modelo de paternidad se abre camino en una sociedad que aún castiga la vulnerabilidad masculina y sigue recargando la responsabilidad de la crianza en las mujeres, al conciderar que son estas las que tienen la facultad de una entrega amorosa y no remunerada. Por eso, no sorprende que esta visión siga siendo minoritaria.


La Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2023 del INEGI muestra que casi la mitad de los hombres de 15 años o más son padres biológicos de al menos una hija o hijo. Sin embargo, en tres de cada diez hogares —lo que representa un 33%—, el cuidado y sostenimiento de los hijos es responsabilidad exclusiva de mujeres. Esta cifra ha crecido un 67% desde 2010.


En México, el incumplimiento del pago de pensión alimenticia es un problema estructural: entre el 67.5% y el 70% de los padres no cumplen con esta obligación tras una separación o divorcio. Solo uno de cada diez cumple con la sentencia judicial una vez dictada. Tan grave es esta realidad, que en 2023 se creó el Registro Nacional de Obligaciones Alimentarias para dar seguimiento al cumplimiento de esta responsabilidad y proteger a las infancias de caer en situaciones de vulnerabilidad.


Incluso en los hogares donde los padres conviven con sus hijos, los datos siguen siendo elocuentes. Según ONU Mujeres, en México las madres dedican, en promedio, 39 horas semanales al trabajo del hogar y la crianza, mientras que los padres dedican solo 11.

Los padres que hoy ejercen una paternidad consciente, activa y amorosa están abriendo brecha. El camino es largo y todavía lleno de desafíos, pero su existencia nos recuerda que otra forma de ser papá no solo es posible, sino urgente.


La paternidad no necesita héroes silenciosos ni figuras ausentes: necesita hombres dispuestos a cuestionar sus privilegios, a confrontar su historia, a romper los moldes que les enseñaron que sentir es debilidad y cuidar es cosa de mujeres. Necesitamos padres que no “ayuden”, sino que asuman la crianza como una tarea compartida, política y profundamente amorosa. Ser papá no debería reducirse a un rol funcional ni medirse por la cantidad de cosas que se proveen. La paternidad puede —y debe— ser una experiencia profundamente humana, donde el amor, la presencia, la ternura y la responsabilidad se entrelacen. Los padres que hoy deciden criar desde la empatía, el cuidado y la conciencia no solo transforman la vida de sus hijas e hijos: también están reescribiendo lo que significa ser hombre en esta sociedad.


Los cambios no llegan solos. Se construyen todos los días, desde cada cuento contado, cada mochila revisada, cada plato lavado, cada abrazo sostenido. Ser papá también puede ser una forma de hacer revolución.



 
 
 

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