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Agradecer, una herramienta para enfrentar la vida.

Gracias es una palabra a la que recurrimos de manera continua. Forma parte de la educación y cortesía, de los buenos modales que utilizamos para mostrar respeto por las demás personas. Pero no sólo es eso. La palabra gracias tiene una dimensión muy poderosa, varias investigaciones en neurociencia han explorado cómo la práctica de la gratitud tiene un efecto en el cerebro, las relaciones sociales, el estrés y la salud mental. 


El estudio realizado por Carter en el 2008 sostiene que la gratitud libera neurotransmisores como dopamina, que está asociada al placer y la recompensa en el cerebro. Actúa como un “refuerzo positivo” para las interacciones sociales. También aumenta los niveles de serotonina, clave para la regulación emocional y por ende una estrategia natural para reducir síntomas de ansiedad o depresión.


Korb, en un estudio en el 2012 encontró que, con la gratitud, disminuía la actividad de la amígdala, disminuyendo con ello el estrés. Esto lo complementaría un estudio de Seppälä en 2013 que demuestra a la par una mayor activación de la corteza prefrontal que ayuda a tomar mejores decisiones en situaciones emocionales adversas o negativas.

La gratitud también está relacionada con la liberación de oxitocina “la hormona del amor” lo que puede fortalecer las relaciones interpersonales y fomentar una mayor empatía.

Además de todo esto, enseñar a las infancias a agradecer también les ayuda a construir habilidades para la vida de las que pueden echar mano en una situación de abuso o adversidad.


La posibilidad de agradecer a las personas por lo que nos ofrecen o hacen por nosotros no sólo genera una mayor conexión y empatía, también genera comunidad. Brinda la certeza de que no seríamos ni lograríamos nuestras metas sin ellas. Esta forma de pensar envía a las infancias un mensaje poderoso: siempre tendrás con quien contar, aún en los momentos difíciles. Cuando la infancia es capaz de encontrar personas adultas confiables, que siempre estarán ahí para ellas, las buscará en situaciones de abuso o riesgo.


Agradecer continuamente por lo que la vida nos ofrece y damos por sentado también es importante. Dar gracias por un amanecer luminoso, una noche estrellada, la comida calientita que acabamos de comer, las sábanas limpias al final de una larga jornada, entre miles de momentos más, nos genera la certidumbre que la vida merece la pena de ser vivida, que siempre hay momentos de esperanza, amor, compasión. Construye una actitud optimista para no dejarse vencer y caer en la apatía o desesperación frente a las adversidades. Ayuda a desarrollar la resiliencia. Esta visión esperanzadora de la vida permite a la infancia tratar de cambiar su entorno si está viviendo una situación de abuso, porque sabe que siempre puede haber algo mejor.


Agradecer por las adversidades vividas es sumamente complejo, pero también liberador. Incluso cuando lo que vivamos sea injusto o doloroso, habrá un aprendizaje en ello. Esta actitud ayuda a las infancias a tener la certeza de que todo pasa, también los momentos de adversidad; que se puede superar y aprender de lo vivido. Esto lo descoloca de la figura de la víctima, lo convierte en el protagonista de su historia, de cómo supera las injusticias y adversidades de la vida. Herramienta fundamental para aprender que puede levantarse de las caídas, que lo sucedido no le define, aun cuando sea un abuso, que le define el cómo lo superó y la persona en quien se convirtió al llevarlo a cabo.

Enseñar a las infancias la capacidad de agradecer brinda infinitos beneficios, entre ellos herramientas para enfrentar la vida.



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