Por Maka Villaseñor
Recientemente se dio a conocer el cartel de la XLII Marcha del Orgullo LGBTI+ con un twist acorde a la situación pandémica: este año será digital. ¿Cómo? ¿Digital? ¿Tiene sentido?
No es nada nuevo que algunas personas se pregunten cuál es el objetivo de marchar por el orgullo de la diversidad. Unos miran el evento con alegría; otros, con desdén. La Marcha no sólo nos dice que la población LGBTI+ existe, nos recuerda que aún viven en medio de discriminación y violencia. Por eso, pese a las circunstancias, se debe llevar a cabo, aun por vía remota. No se puede cancelar porque la homo, la bi y la transfobia no han dejado de suceder durante la pandemia.
México es un país donde todavía se pide a personas del mismo género retirarse de un lugar tras darse un beso porque “incomodan a la gente”, donde la negativa de contratación para un puesto de trabajo nada tiene que ver con las capacidades de quien lo solicita, donde los crímenes de odio siguen a la orden del día. Vivimos en un país donde algo tan básico como los derechos humanos de esta población se siguen debatiendo o negando.
Tal es el caso de los ECOSIG (Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual e Identidad de Género), comúnmente conocidas como “terapias de conversión”. Éstas, sin ningún fundamento más que el miedo a todo aquello que sale de la normalidad, pretenden “cambiar” a las personas para que dejen de ser “raritas”. La orientación sexual y la identidad de género no son algo que se pueda ni se tenga que cambiar. Que aún existan estas “terapias” deja en evidencia que nos falta educar en la empatía y el respeto a la diversidad. Este mundo es muy grande, cabemos todos y sería maravilloso que decidiéramos convivir desde el respeto y cerrarle las filas al odio.
¿De verdad creíamos que en un mundo de billones de personas se puede reducir a simples binarismos como heterosexual-homosexual, blanco o negro? ¡Qué bueno que el arcoíris nos recuerde que no es así!
Cuando hablamos de las problemáticas de esta población no sólo nos referimos a la comunidad gay (que hace alusión a los hombres homosexuales), sino al resto de las expresiones que sigue siendo invisibilizadas. Me refiero a las lesbianas, las personas bisexuales, las personas trans, las intersexuales, las asexuales, entre muchas otras diversidades… Todas han sido y son actualmente parte de la lucha por sus derechos y la no discriminación; no podemos olvidar que ahí están y que es necesario escucharles.
Salir de lo socialmente impuesto como normal sigue siendo un acto de valentía, porque quien se atreve a ser abiertamente desde la diversidad se enfrenta con violencias de todo tipo, incluyendo la muerte. Esto nos refleja que, como sociedad, tenemos muchas prácticas que mejorar. Por todo esto la Marcha del Orgullo LGBTI+ sigue vigente (y seguirá)
Para quienes tengan la duda de por qué no existe una Marcha del Orgullo Heterosexual, la respuesta es fácil: no existe la “heterofobia”.
Si durante 364 días del año la población LGBTI+ se la pasa a contracorriente, no está de más uno dedicado a la celebración y al orgullo de su lucha, no está de más abrir espacios y comunidades para, de una vez por todas, destruir el clóset.
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